jueves, 23 de febrero de 2012

UN PIONERO PARA CONOCER


Primer Guardavidas de Pinamar
Me gustaba irme a pescar solo. En mi espalda, sólo médanos. Me gustaba volar, mirar la inmensidad y todo lo que me rodeaba... Veía las olas y tomaba conciencia de lo que era, sentía que éramos insignificantes... nada al lado de la naturaleza”.Había balnearios y la gente tenía su carpa que la dejaba armadita en su playa. Había un señor y su hijo que se las cuidaban... pero ninguno de los dos sabía nadar. “No había guardavidas.
Mauro Cáseres fue el primer guardavidas de Pinamar. Cuesta encontrarlo porque no quiere dar entrevistas. Dice que él no es nadie, que hay muchas personas más importantes que pueden hablar de la Historia de Pinamar. Sin embargo, una tarde se reunió con nosotros en el parque del Golf y contó algunas anécdotas. Sus palabras contenían grandeza; al escucharlo, el resto hizo silencio. “Estuve entre 1951 y 1980. Era una época muy romántica. Durante los fines de semanas había una gran cantidad de gente concentrada en un solo lugar (el centro de Pinamar). Hasta que el señor que tenía la concesión del Hotel Playa, un tal Carrillo, le pide al cuerpo de guardavidas de Mar del Plata que manden dos. Pinamar no existía en el mundo, era inaccesible,y yo trabajaba en Mar del Plata, entonces, el Jefe de los Guardavidas  un día me llama y me invitó a que me fuera,  así lo hice. Pero a la semana me llama para ofrecerme ir a “un lugar muy peligroso en donde se ahogaron dos personas” y agregó que yo era uno de los únicos capacitados para ir. “Yo no tenía ningún problema, más peligroso que el Río de la Plata, en donde ya había aprendido, no creía que fuera. “Cuando yo vine, esperaba encontrar otra cosa... me choqué con una palangana llena de aceite, una desolación: tijeretas, gaviotas... “Me acuerdo que llegaba fin de año y yo tenía ganas de llorar y de irme... ¿Para qué habré venido...? Llegó una fiesta del 25 de diciembre... fuimos a un baile que estuvo lindo y me gusto un poco más. Yo tenía 24 años. Pero seguía viendo que era fin de año y había muy poca gente. Acá llegaba un tren en el que venían diez personas al hotel. Un día, que te cuento que del tren bajaron alrededor de 200 personas... era un mundo de gente. “A eso de las diez de la mañana veo mujeres con changuitos, con pibes... venían todos del hotel... y se armó ahí un camping maravilloso, lleno de gente. Yo ya había puesto la bandera y todo. De repente, por ahí salta un chavón y me dice “Negro, ¿Qué hacés acá?”. Me quise morir. Eran todos de San Isidro, de Beccar, de Olivos... todos muchachos contra quienes jugaba al rugby. Toda gente amiga. “Y me encantó Pinamar. Yo había dicho: termina esta temporada y me las tomo, nunca más. Y fue todo lo contrario. Más de una vez lloré cuando se tenía que ir un cliente. Más que clientes eran una familia. Me daban ganas de llorar porque eran mis amigos y se iba parte de mi vida con ellos. Es difícil de comprender... sólo yo puedo hacerlo... “Me encariñé tanto con Pinamar que fui a Mar del Plata y les dije que me quedaba. Yo siempre pensé que Pinamar empieza en la playa y termina allá, el hoyo cinco. Playas divinas... casi 200 kilómetros hasta llegar a una ciudad maravillosa. “Yo vi que esto era un progreso bárbaro. Entonces traje tres amigos y los tres me afanaron. Es un punto que voy a pasar medio por alto. “Más adelante formé a varios guardavidas, no a todos. Traje una bocha de rugby para hacer tocata en verano, y comíamos todos los vagos en mi casilla. Después, la red de Volley. Algunas personas miraban el Volley como algo muy lindo pero no se animaban y yo los hacía entrar a jugar.
“Recuerdo que se formaban grupos con los que íbamos nadando uno atrás de otro... nadábamos hasta el banco, descansábamos y veníamos. Y de ahí empezaron a salir guardavidas. “Entonces no se usaba ningún elemento para rescatar a la gente.
El guardavidas tiene que poder estar por lo menos una hora flotando con el accidentado. Siempre querian tironearlo, sacarlo. Y el accidentado lo que necesita es un poco de tranquilidad y poder respirar.
El guardavidas tiene formas para dominar al accidentado. Si lo agarras de frente y le hacés la toma, le hacés un golpe mariposa, lo hundís y el tipo se queda blandito. Entonces le decís: “flaco, vamos a descansar”. Y el tipo no quiere más nada. En la mente tiene que estar la seguridad de que yo aguanto muchas horas en el agua y que me vio todo el mundo. “Ahora todo es diferente. Yo estoy tranquilo, disfruto de esto tan lindo que nos regaló Dios y que es Pinamar.”
Consejos de un lobo de mar
Un buen nadador jamás se tira sin antes preguntar si baja, sube, qué hace la correntada, qué hace el viento. El tipo que sabe nadar es muy responsable y conoce sus límites. El guardavidas tiene que poder estar por lo menos una hora flotando con el accidentado. Siempre querían tironearlo, sacarlo. Y el accidentado lo que necesita es un poco de tranquilidad y poder respirar. Una vez que pudo tener conciencia y te puede contestar, ya no se ahoga más. Pero no hace falta que lo saques: “pará, vamos a salir de a poquito”. Cuanto más largo es el salvataje, mejor es. Un guardavidas, cuando está trabajando, tiene que estar dentro del agua, preparado, mojándose. Por que eso le permitirá que, cuando meta su cabeza en el agua, pueda respirar bien. Si no, si está tomando sol, el choque que tiene el calor de su cuerpo -su piel tiene 45 grados-, con 17 grados del agua no lo dejará respirar. El que se tira con el cuerpo caliente llega sin aliento, llega palmado. Flotar es muy jorobado, más para el tipo que no sabe nadar. Después de flotar varios minutos recién tienen que empezar a desplazarse.

POR VALERIA SESTO, FOTOGRAFÍAS DE SALVADOR CURUTCHET
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